Edición nº 64
El rabino Feldman y la fe que mueve montañas
| La
generosidad y la recompensa
Llenando el
vaso ajeno
Isaac Asimov, uno de los mejores escritores de ficción
científica del siglo XX, es el autor de esta deliciosa historia.
El rabino Feldman tenía muchos problemas con su congregación;
la mayoría de las personas lo encontraban arrogante, intolerante,
y excesivamente riguroso con las faltas normales de un ser humano.
Desesperados, los fieles apelaron al presidente de la asociación
israelita del Estado, que fue hasta la ciudad para resolver el problema.
Después de escuchar a todos los participantes de la congregación,
fue a hablar con Feldman:
-Rabino, esto no puede continuar así. Vamos a convocar
una asamblea y a resolver las disputas pendientes.
Feldman consintió. Tres días después se convocó
un consejo con la presencia del presidente y la de diez eruditos
más en judaísmo. Se sentaron en torno a una hermosa
mesa de caoba y comenzaron a discutir cada uno de los puntos en
cuestión. A medida que la reunión avanzaba, iba quedando
cada vez más claro que el rabino Feldman estaba solo en sus
posiciones.
Después de cuatro horas de discusión, el presidente
dijo:
-Pienso que ya es suficiente; vamos a votar, y la mayoría
decidirá cual es el mejor rumbo a seguir.
Cada uno recibió un pedazo de papel, votó, y una
vez finalizado el recuento el presidente tomó de nuevo la
palabra:
-Son once votos contra usted, rabino. Tendremos que revisar definitivamente
las posiciones adoptadas.
Feldman se levantó, demostrando su orgullo herido, y elevando
los brazos hacia el cielo, dijo con voz grave:
-¿Entonces ustedes piensan que por causa de una simple
mayoría de votos yo estoy equivocado y los demás tienen
razón? No, señores míos, no puedo aceptar eso.
"Pido al Señor de Israel que muestre su fuerza y envíe
en este momento una señal, de modo que todos aquí
sepan que mi comportamiento ha sido absolutamente correcto.
En ese mismo instante se oyó un trueno ensordecedor. Un
rayo alcanzó la sala, partiendo por la mitad la bonita mesa
de caoba, y todos los presentes fueron arrojados al suelo por la
fuerza de la explosión.
Se oyeron gritos en las inmediaciones, y el lugar quedó
lleno de humo. Cuando el polvo comenzó a asentarse, notaron
que el rabino Feldman permanecía intacto, erecto, con una
sonrisa sarcástica en los labios.
Con mucha dificultad, el presidente se levantó, se colocó
las gafas que le colgaban de una oreja, se arregló los cabellos
despeinados, sacudió su ropa llena de polvo y dijo lentamente:
-Está bien: once votos contra dos. Pero nosotros aún
tenemos mayoría, y las reglas serán cambiadas.