Edición nº 64

El rabino Feldman y la fe que mueve montañas  |  La generosidad y la recompensa
Llenando el vaso ajeno

Llenando el vaso ajeno

     Durante una cena en el monasterio de Esceta, el padre más anciano se levantó para servir agua a los otros. Fue de mesa en mesa con mucho esfuerzo, pero ninguno de los padres aceptó.
     "Somos indignos del sacrificio de este santo", pensaban.
     Cuando el viejo llegó a la mesa del abad Juan Pequeño, éste le pidió que llenase su vaso hasta el borde.
     Los otros monjes lo miraron horrorizados. Al acabar la cena, reprendieron a Juan:
     -¿Cómo puedes juzgarte digno de permitir que te sirva un hombre santo? ¿No te diste cuenta de cuánto le costaba levantar la botella? ¿No notaste que sus manos temblaban?
     -¿Cómo puedo impedir que el bien se manifieste? -respondió Juan.- Vosotros, que os consideráis perfectos, no tuvisteis la humildad de recibir, y el pobre hombre no tuvo la alegría de dar.

 
Edición nº64