Edición nº 29
Descubriendo el verdadero miedo |
Reflexiones
del guerrero de la luz
Un sultán decidió hacer
un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron
en el puerto de Dubai y zarparon en dirección al mar abierto.
Entretanto, en cuanto el navío
se alejó de tierra, uno de los súbditos - que jamás
había visto el mar, y había pasado la mayor parte
de su vida en las montañas - comenzó a tener un ataque
de pánico: sentado en la bodega de la nave lloraba, gritaba
y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciendole
que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen
a sus oídos no llegaban a su corazón. El sultán
no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas
y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros
y la tripulación.
Pasaron dos días sin que nadie
pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba
a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus ministros,
conocido por su sabiduría, se le aproximó:
- Si Su Alteza me da permiso, yo conseguiré
calmarlo.
Sin dudar un instante, el sultán
le respondió que no solo se permitía, sino que sería
recompensado si consiguiera solucionar el problema.
El sabio entonces pidió que
tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos de que esa pesadilla
fuera a terminar, un grupo de tripulantes agarró al hombre
que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.
El cortesano comenzó a debatirse,
se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie,
gritó más fuerte aún, se volvió a hundir
y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el ministro
pidió que lo alzasen nuevamente hasta la cubierta del barco.
A partir de aquel episodio, nadie
volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre,
que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso
a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto
nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El
viaje - que antes era un tormento para todos los que se encontraban
en el barco - se transformó en una experiencia de armonía
y tranquilidad.
Poco antes de regresar al puerto,
el Sultán fue a buscar al ministro:
-¿Cómo podías
adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría?
- Por causa de mi matrimonio - respondió
el ministro. Yo vivía aterrorizado con la idea de perder
a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar
y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó
más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que
sería la vida sin ella. Solo regresó después
de que le prometí que jamás volvería a atormentarla
con mis miedos.
De la misma manera, este hombre jamás
había probado el agua salada y jamás se había
dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse.
Después que conoció eso, entendió perfectamente
lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.
Sabia actitud - comentó el
sultán
- Está escrito en un libro
sagrado de los cristianos, la Biblia: "todo aquello que yo
más temía, terminó sucediendo". Ciertas
personas solo consiguen valorar lo que tienen cuando experimentan
la sensación de su pérdida.