Edición nº 25
Un hombre acostado en el suelo |
Sobre el Talmud
y el Midrash
El día 1 de julio, a las 13.05
hs. Había un hombre de aproximadamente cincuenta años
acostado en la calzada de Copacabana. Yo pasé por su lado,
lancé una rápida mirada y continué mi camino
en dirección a una barraca donde siempre acostumbro a beber
agua de coco.
Como carioca, ya pasé centenares
o miles de veces al lado de hombres, mujeres o niños echados
en el suelo. Como viajero habitual, ya vi la misma escena en prácticamente
todos los países que visité, desde la rica Suecia
hasta la miserable Rumania. He visto a personas acostadas en el
suelo en todas las estaciones del año: en el invierno cortante
de Madrid, Nueva York o París, donde se instalan cerca del
aire caliente que sale de las estaciones de metro. En el sol ardiente
del Líbano, entre los edificios destruidos por años
de guerra. Las personas acostadas en el suelo - borrachas, desabrigadas,
cansadas - no constituyen novedad en la vida de nadie.
Bebí mi agua de coco. Debía
volver pronto, pues tenía una entrevista con Juan Arias,
del periódico español El País. En mi camino
de regreso vi que el hombre continuaba allí, bajo el sol
- y todos los que pasaban actuaban exactamente como yo: miraban
y seguían adelante.
Sucede que - aunque yo no lo supiera
- mi alma ya estaba cansada de ver esa misma escena, tantas veces.
Cuando volví a pasar cerca de aquel hombre, algo más
fuerte que yo me hizo arrodillar e intentar levantarlo.
Él no reaccionaba. Giré
su cabeza y había sangre en su frente. ¿Y ahora? ¿Era
una herida seria? Limpié su piel con mi camiseta: no parecía
nada grave.
En este momento el hombre empezó
a murmurar cualquier cosa parecida a "¡pida que no me
peguen!" Bien, estaba vivo. Ahora yo tenía que apartarlo
del sol y avisar a la policía.
Detuve al primer hombre que pasó
y le pedí que me ayudase a arrastrarlo hasta la sombra, entre
la calzada y la arena. Él iba con chaqueta, llevaba portafolio,
paquetes.. pero dejó todo a un lado y vino a ayudarme - su
alma también debía estar ya cansada de ver aquella
escena.
Una vez colocado el hombre en la sombra,
fui andando en dirección a mi casa - sabía que había
una cabina de Policía Militar y podría pedir ayuda
allí. Pero antes de llegar a ella me crucé con dos
soldados.
-Hay un hombre herido delante del
número tal - les dije - Lo he colocado en la arena. Habría
que enviar una ambulancia.
Los policías dijeron que se
ocuparían. Listo, yo había cumplido con mi deber.
Boy scout siempre alerta. ¡La buena acción del día!
El problema ahora estaba en otras manos, que ellas se responsabilizasen.
Y el periodista español llegaría a mi casa en pocos
minutos.
No había dado diez pasos cuando
un extranjero me interrumpió, hablando en un portugués
confuso:
- Yo ya había avisado a la
policía sobre el hombre en la calzada. Me dijeron que si
no era un ladrón, no era problema de ellos.
No dejé que el hombre terminase
de hablar. Volví hasta los guardias, convencido de que sabían
quien era, que escribía en diarios, que aparecía en
la televisión. Volví con la falsa impresión
de que el éxito, en algunos momentos, ayuda a resolver ciertas
cosas.
-¿Usted es alguna autoridad?-
preguntó uno de ellos, notando que yo pedía ayuda
de manera más incisiva.
No tenían idea de quien era
yo.
- ¡No! Pero vamos a resolver
este problema ahora.
Yo iba mal vestido: camiseta manchada
con la sangre del hombre, bermudas cortadas de unos antiguos pantalones
vaqueros, sudado. Yo era un hombre común, anónimo
sin ninguna autoridad más que mi hartazgo de ver a gente
tirada en el suelo durante años y años de mi vida
sin haber hecho jamás absolutamente nada.
Y eso cambió todo. Hay un momento
en el que uno está más allá de cualquier bloqueo
o miedo. Hay un momento en el que la mirada cambia, y la gente entiende
que uno está hablando en serio. Los guardias me acompañaron
y además llamaron a la ambulancia.
Mientras volvía a mi casa,
recordé las tres lecciones de aquella caminata: a) todo el
mundo puede detener una acción cuando ella es aún
puro romanticismo; b) siempre hay alguien para decir "¡ahora
que comenzaste, ve hasta el final!" y c) todo el mundo es autoridad
cuando está absolutamente convencido de lo que hace.
![]() |
![]() |