Edición nº 19
Fragmentos de
un diario inexistente | Cuento
- Historias de la sabiduría zen
Reflexiones
del Guerrero de la Luz
El regalo de los insultos
Cerca de Tokio vivía un gran
samurai, ya anciano, que ahora se dedicaba a enseñar el budismo
zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda
de que aún era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero, conocido
por su total falta de escrúpulos, apareció por allí.
Era famoso por utilizar la técnica de la provocación:
esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado
de una inteligencia privilegiada para captar los errores cometidos,
contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás
había perdido una lucha. Conociendo la reputación
del samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar así
su fama.
Todos los estudiantes se manifestaron
en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.
Fueron todos hasta la plaza de la
ciudad, y el joven comenzó a insultar al viejo maestro. Arrojó
algunas piedras en su dirección, le escupió a la cara,
gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a
sus antepasados.. Durante horas hizo todo lo posible para provocarlo,
pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde,
sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero
se retiró.
- Decepcionados por el hecho de que
su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos
le preguntaron:
- ¿Cómo ha podido usted
soportar tanta indignidad? ¿ Por qué no usó
su espada, aún sabiendo que podía perder la lucha,
en vez de mostrarse cobarde ante todos nosotros?
- Si alguien se acerca a tí
con un regalo, y tú no lo aceptas, ¿a quien pertenece
el regalo? preguntó el samurai.
- A quien intentó entregarlo
- respondió uno de los discípulos.
- Pues lo mismo vale para la envidia,
la rabia y los insultos - dijo el maestro. - Cuando no son aceptados,
continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.
Donde está el paraguas
Después de diez años
de aprendizaje, Zenno consideraba que ya podía ser elevado
a la categoría de maestro zen. En un día lluvioso,
fue a visitar al famoso profesor Nan-in.
Al entrar en la casa de Nan-in, éste
preguntó:
-¿Has dejado tu paraguas y
tus zapatos afuera?
-Evidentemente -respondió Zenno.
- Es lo que manda la buena educación. Yo haría lo
mismo en cualquier parte.
-Entonces, dime: ¿colocaste
el paraguas al lado derecho o al lado izquierdo de los zapatos?
No tengo la menor idea, maestro.
-El zen budismo es el arte de la conciencia
total de lo que hacemos - dijo Nan-in. La falta de atención
en los pequeños detalles puede destruir por completo la vida
de un hombre. Un padre que sale corriendo de casa, nunca puede olvidar
un puñal al alcance de su hijo pequeño. Un samurai
que no mira todos los días su espada, terminará encontrándola
herrumbrada cuando más la necesite. Un joven que olvida dar
flores a su amada, acabará perdiéndola.
Y Zenno comprendió que aun
cuando conociese bien las técnicas zen del mundo espiritual,
se había olvidado de aplicarla al mundo de los hombres.