Edición nº 58
La tercera
pasión | El
militar en el bosque
Al subir por un sendero en los Pirineos en busca de un lugar
donde poder practicar con el arco y las flechas, me encontré
con un pequeño campamento del ejército francés.
Los soldados me miraron, yo fingí que no estaba viendo nada
(todos nosotros tenemos un poco esta paranoia de ser considerados
espías...) y seguí adelante.
Encontré el lugar ideal, hice los ejercicios preparatorios
de respiración y en ese momento vi aproximarse un vehículo
blindado.
Inmediatamente me coloqué a la defensiva, y preparé
todas las posibles respuestas para las preguntas que me serían
hechas: "tengo permiso para usar el arco, el lugar es seguro,
cualquier opinión contraria corresponde a los guardias forestales
y no al ejército", etc. Pero he aquí que salta
del vehículo un coronel, pregunta si soy el escritor, y me
relata algunos hechos interesantísimos sobre la región.
Finalmente, venciendo su timidez casi visible, dice que también
escribió un libro y me cuenta la curiosa génesis de
su trabajo.
Él y su mujer hacían donaciones para una niña
leprosa, que originariamente vivía en la India pero que después
fue trasladada a Francia. Un buen día, curiosos por conocer
a la niña, fueron hasta el convento donde las monjas se encargaban
de cuidarla. Fue una tarde linda, y al final una hermana le pidió
que ayudase en la educación espiritual del grupo de niñas
que allí vivía. Jean Paul Sétau - que era el
nombre del militar - le respondió que no tenía ninguna
experiencia en clases de catecismo, pero que meditaría y
preguntaría a Dios qué debía hacer.
Aquella noche, después de sus oraciones, escuchó
la respuesta: "en vez de dar respuestas, procura saber qué
es lo que las niñas quieren preguntar".
A partir de ahí, Sétau tuvo la idea de visitar varias
escuelas y pedir que los alumnos escriberan todo lo que les gustaría
saber respecto a la vida. Pidió que las preguntas fueran
hechas por escrito, evitando de esta manera que los más tímidos
tuvieran miedo de manifestarse. El resultado de su trabajo fue reunido
en un libro: "El niño que quiere saberlo todo"
(Ed. Altess, Paris).
A continuación, algunas de las preguntas:
¿Dónde vamos después de la muerte?
¿Por qué tenemos miedo de los extranjeros?
¿Existen marcianos y extraterrestres?
¿Por qué suceden accidentes incluso a la gente que
cree en Dios?
¿Qué significa Dios?
¿Por qué nacemos, si morimos al final?
¿Cuántas estrellas hay en el cielo?
¿Quién inventó la guerra y la felicidad?
¿El Señor también escucha a los que no creen
en el mismo Dios (católico)?
¿Por qué existen pobres y enfermos?
¿Por qué Dios creó mosquitos y moscas?
¿Por qué el ángel de la guarda no está
cerca cuando estamos tristes?
¿Por qué amamos a ciertas personas y detestamos
a otras?
¿Quién dió el nombre a los colores?
¿Si Dios está en el cielo, y mi madre también
porque murió, cómo es que Él puede estar vivo?
Ojalá algunos profesores o padres, leyendo este relato, se sientan estimulados a hacer lo mismo. Así, en vez de intentar imponer nuestra comprensión adulta del universo, terminaremos por recordar algunas de nuestras preguntas de la infancia, que en verdad jamás fueron respondidas.