Edición nº 34A
En este número: DOS CUENTOS DE NAVIDAD
Dos ángeles
en el Brasil | Los
tres cedros
Mi abuela me contaba la siguiente historia:
"Tres cedros nacieron en los
otrora hermosos bosques del Líbano. Como es sabido, los cedros
tardan mucho tiempo en crecer, así que estos árboles
pasan siglos enteros meditando sobre la vida, la muerte, la naturaleza
y los hombres.
Presenciaron la llegada de una expedición
de Israel, enviada por Salomón, y más tarde vieron
la tierra cubierta de sangre durante las batallas con los asirios.
Conocieron a Jezabel y al profeta Elías, enemigos mortales.
Asistieron a la invención del alfabeto y se deslumbraron
con las caravanas que pasaban, llenas de tejidos multicolores.
Un buen día resolvieron conversar
sobre el futuro:
Después de todo lo que he visto
- dijo el primer árbol - quiero ser transformado en el trono
del rey más poderoso de la tierra.
A mí me gustaría formar
parte de algo que transformara para siempre el Mal en Bien - comentó
el segundo.
Por mi parte, querría que cada
vez que alguien me mirara, pensara en Dios - fue el comentario del
tercero.
Transcurrido algún tiempo,
aparecieron unos leñadores. Los cedros fueron derribados
y transportados en barco a un país lejano.
Cada uno de aquellos árboles
tenía un deseo, pero la realidad nunca pregunta qué
hacer con los sueños: el primer árbol sirvió
para construir un albergue para animales y las sobras fueron usadas
como recipiente para el forraje. El segundo árbol se transformó
en una mesa muy sencilla, que pronto fue vendida a un comerciante
de muebles. Como la madera del tercer árbol no encontró
compradores, fue cortada y colocada en el almacén de una
gran ciudad.
Sintiéndose infelices, los
árboles se lamentaban: "nuestra madera era buena y nadie
encontró algo bello para usarla".
Tiempo después, en una noche
llena de estrellas, una pareja que no conseguía encontrar
refugio decidió pasar la noche en el establo que había
sido construido con la madera del primer árbol. La mujer
gritaba con dolores de parto y terminó dando a luz allí
mismo, colocando a su hijo entre el heno y la madera que lo apoyaba.
En aquel momento, el `primer árbol
comprendió que su sueño se había cumplido:
allí estaba el mayor de todos los reyes de la Tierra.
Años más tarde, en una
casa modesta, varios hombres se sentaron en torno de la mesa que
había sido hecha con la madera del segundo árbol.
Uno de ellos, antes de que todos comenzaran a comer, dijo algunas
palabras sobre el pan y el vino que tenía frente a él.
Y el segundo árbol comprendió
que en aquel momento él no sustentaba solamente un cáliz
y un pedazo de pan, sino la alianza entre los hombres y la Divinidad.
Al día siguiente, retiraron
dos pedazos del tercer cedro y los colocaron en forma de cruz. Los
dejaron tirados en un rincón hasta que horas después
trajeron a un hombre cruelmente herido, que clavaron en los leños.
Horrorizado, el cedro lamentó la bárbara herencia
que la vida le había dejado.
Antes de que transcurriesen tres días,
no obstante, el tercer árbol entendió su destino:
el hombre que allí había estado clavado era ahora
la Luz que todo lo iluminaba. La cruz hecha con su madera había
dejado de ser un símbolo de tortura para transformarse en
señal de victoria.
Como siempre sucede con los sueños,
los tres cedros del Líbano habían cumplido el destino
que deseaban - aunque no de la manera imaginada.