Edición nº 28
En busca de las señales |
Cuentos - Tres
reflexiones sobre la vida
Podemos pensar que todo lo que la
vida nos ofrece mañana es repetir lo que hicimos ayer y hoy.
Pero si ponemos atención, nos daremos cuenta de que ningún
día es igual a otro.
Cada mañana nos trae una bendición
escondida, una bendición que solo sirve para este día,
y que no puede ser ni guardada ni desaprovechada. Si no usamos ese
milagro hoy, se perderá.
Este milagro está en los detalles
de lo cotidiano; es necesario vivir sabiendo que a cada instante
tenemos la salida para el problema, la manera de encontrar lo que
está faltando, la pista adecuada para la decisión
que precisamos tomar para modificar todo nuestro futuro.
Pero ¿cómo tener el
coraje para eso? A mi entender, Dios habla con nosotros a través
de señales. Es un lenguaje individual, que requiere fe y
disciplina para ser totalmente absorbido.
San Agustín, por ejemplo, fue
convertido de esa manera. Durante años buscó en varias
corrientes filosóficas una respuesta para el sentido de la
vida hasta que cierta tarde, cuando se encontraba en el jardín
de su casa en Milán reflexionando sobre el fracaso de su
búsqueda, escuchó una voz infantil en la calle que
cantaba: "¡ Ábrelo y lee! ¡ Ábrelo
y lee!"
A pesar de haber sido siempre gobernado
por la lógica, decidió en un impulso abrir el primer
libro a su alcance. Era la Biblia, y en ella leyó un fragmento
de San Pablo con las respuestas que buscaba. A partir de allí
la lógica de San Agustín abrió sitio para que
la fe pudiese también participar, y él se transformó
en uno de los mayores teólogos de la Iglesia.
Los monjes del desierto afirmaban
que es necesario dejar actuar la mano de los ángeles. Para
eso, de vez en cuando hacían cosas absurdas , como hablar
con las flores o reir sin razón. Los alquimistas siguen las
"señales de Dios", pistas que muchas veces no tienen
sentido, pero terminan llevando a algún lugar.
"El hombre moderno ha querido
eliminar las inseguridades y dudas de su vida; y ha terminado por
dejar a su alma muriendo de hambre; el alma se alimenta de misterios"
dice el dean de la Catedral de San Francisco.
Existe un ejercicio de meditación
que consiste en añadir - generalmente durante diez minutos
diarios - un motivo para cada una de nuestras acciones. Un ejemplo:
"yo ahora leo el diario porque quiero informarme. Yo pensé
ahora en tal persona porque tal asunto que leí me llevó
a esto. Yo caminé hasta la puerta porque voy a salir de casa"
Y así sucesivamente.
Buda llama a esto "atención
consciente". Cuando nos vemos repitiendo la más común
de las rutinas, nos damos cuenta de la riqueza que ronda nuestra
vida. Comprendemos cada paso, cada actitud. Descubrimos cosas importantes
y también pensamientos inútiles.
Al finalizar la semana - la disciplina
es siempre fundamental - estamos más conscientes de nuestras
faltas y distracciones, pero también entendemos que en ciertos
momentos no había ningún motivo para actuar como actuamos
y seguimos nuestro impulso, nuestra intuición; es ahí
que empezamos a comprender este lenguaje silencioso que Dios usa
para mostrarnos el camino acertado. Lo pueden llamar intuición,
señal, instinto, coincidencia, no importa el nombre. Lo que
importa es que a través de la "atención consciente"
nos damos cuenta de que estamos siendo guiados muchas veces hacia
la decisión adecuada.
Y esto nos deja más confiantes
y más fuertes.