Edición nº 21

Diálogos con el maestro - El misterio  |  Cuentos - Dos historias sobre el futuro
Reflexiones del Guerrero de la Luz

Cuentos - Dos historias sobre el futuro

Que seamos olvidados

     En el monasterio de Esceta, el abad Lucas reunió a los frailes para el sermón.
     - Que nadie jamás os recuerde - dijo.
     - Pero, ¡cómo! - respondió uno de los hermanos - ¿es que acaso nuestro ejemplo no puede ayudar a alguien que lo necesita?
     - En los tiempos en que todo el mundo era justo nadie prestaba atención a las personas ejemplares - respondió el abad. -      Todos daban lo mejor de sí mismos, sin pretender con ello cumplir su deber con el hermano. Amaban a su prójimo porque entendían que eso formaba parte de la vida, y no estaban haciendo nada en especial al respetar una ley de la naturaleza.      Dividían sus bienes para no tener que estar acumulando más de lo que pòdían cargar, ya que los viajes duraban toda la vida. Vivían juntos en libertad, dando y recibiendo, sin nada que cobrar o culpar a los otros. Por eso sus hechos no fueron contados, y ellos no dejaron ninguna historia.
     Ojalá pudiéramos conseguir lo mismo en el presente: hacer del bien algo tan común que no hubiera necesidad de exaltar a quienes lo practican.

Como nivelar al mundo

     Confucio viajaba con sus discípulos cuando supo que en una aldea vivía un niño muy inteligente. Confucio fue hasta allí para conversar con él y , en broma, le preguntó:
     -¿Qué tal si me ayudaras a acabar con las desigualdades?
     -¿Por qué acabar con las desigualdades? Dijo el niño. - Si aplanáramos las montañas, los pájaros ya no tendrían refugio. Si acabáramos con la profundidad de los ríos y de los mares, todos los peces morirían. Si el jefe de la aldea tuviera la misma autoridad que el loco, nadie se entendería bien. El mundo es muy vasto, déjalo con sus diferencias.
     Los discípulos salieron de allí impresionados por la sabiduría del chico. Cuando ya se dirigían hacia otra ciudad, uno de ellos comentó que todos los niños deberían ser así
     - He conocido a muchas criaturas precoces, que en vez de estar jugando o haciendo cosas propias de su edad, procuraban entender al mundo - dijo Confucio. - Y ninguna de ellas consiguió hacer nada importante más tarde, porque jamás experimentaron la inocencia y la sana irresponsabilidad de la infancia.

 
Edición nº21