Edición nº 12
El Tibet y la reencarnación
| Cuentos
sobre reyes y sabios
Al ser preguntado por el periodista
Mick Brown si era la reencarnación de los Dalai Lamas anteriores,
el actual Dalai Lama respondió:
"Es un tema muy complicado. Algunas
personas se reencarnan, otras son apenas símbolos del ser
que se desencarnó. Pienso que a través de mis vidas
anteriores siempre tuve un vínculo muy fuerte con mi pueblo,
y todo mi trabajo espiritual se manifiesta en todo cuanto pueda
hacer para traer de nuevo la libertad a mi país".
O sea: el Dalai Lama no respondió
ni "sí" ni "no". Sin embargo, de acuerdo
con las enseñanzas del budismo tibetano, nuestra conciencia
sutil - que existe en todos los seres humanos pero normalmente está
siempre adormecida - perdura después de la muerte. En esta
conciencia sutil quedaron archivadas todas las acciones, gestos
a intenciones de la vida que acaba de finalizar; todo eso, después
de permanecer algún tiempo en el espacio vacío, termina
por reencontrar su forma física en un nuevo cuerpo.
El pueblo tibetano procura archivar
en esta conciencia sutil (una variación de aquello que conocemos
como alma) una serie de conductas que ayudarán en la próxima
vida. Cuantas más veces se repita la tarea, más fuerte
será la marca dejada , lo que hace que, los rituales religiosos
sean casi diarios.
En el Tibet no solamente se desarrolla
deliberadamente esta conciencia, sino también, cuando un
maestro muere, procura dejar pistas para que su próximo cuerpo
pueda ser rápidamente reconocido.
Uno de los casos actuales más
conocidos es el del niño español Osel, que cuenta
actualmente con 11 años de edad y vive en el norte de la
India. En 1935 nació el Lama Yeshe, que pasó su vida
estudiando el misticismo tibetano, se exilió durante la invasión
china y terminó sus días en California. El día
de su muerte, llamó a su discípulo favorito y le dijo
que esta vez se reencarnaría en Occidente. Pasaron algunos
años y el discípulo soñó con Yeshe,
que le pedía que ahora fuese a buscarlo.
Y fue así que visitando los
diversos monasterios fundados por su maestro teminó en la
ciudad de Bublion, en el sur de España, donde encontró
a un niño que había nacido el día exacto en
que tuvo su sueño. Mostró al chico una serie de campanas
y collares de cuentas y el niño, que contaba entonces con
2 años, seleccionó exactamente los que habían
pertenecido al Lama Yeshe, por lo que fue proclamado como su reencarnación
y llevado a un monasterio para ser educado según los ritos
tibetanos.
El antecesor del actual Dalai Lama
indicó donde debería renacer. Tres o cuatro años
después de su muerte, unos monjes que fueron hasta una aldea
en la parte este del Tibet y encontraron a un niño que correspondía
a la descripción. Ese niño - el actual Dalai Lama
- fue llevado hasta el palacio de Potala, en Lhasa. En cuanto llegó
comenzó a caminar por el palacio con bastante naturalidad,
y en un determinado momento vió una caja.
Mis dientes están allí,
dijo.
Y era verdad, la caja contenía
la dentadura postiza de su predecesor.
La vaga respuesta dada por el Dalai
Lama al periodista Mick Brown tiene sus motivos: todos los grandes
maestros tibetanos siempre dejan marcas semejantes al ejemplo citado,
pero es imposible verificarlas o autenticarlas fuera del contexto
cultural. La consecuencia de esto fue la aparición de una
serie de falsos maestros en los más diversos puntos del planeta,
asegurando que pertenecían a una estirpe de verdaderos sabios
pero cuyo único propósito era reunir un grupo de discípulos
que pudieran colaborar financieramente para su bienestar.
El hermano del Dalai Lama, Tenzin
Choegyal, comenta:
"Como tibetano, yo creo en la
reencarnación del hombre. Pero Occidente parece preocuparse
apenas por el exotismo de nuestras costumbres, como los oráculos,
los rituales y las ceremonias, y nada de eso es importante. El ideal
máximo, el milagro del budismo es permitir que cualquier
ser humano con el corazón vacío pueda convertirse
en una persona repleta de amor y compasión".