Edición nº 86

En búsqueda de la simplicidad

En búsqueda de la simplicidad

El todo en todo
     Cuando Ketu completó doce años de edad fue enviado a un maestro, con el cual estudió hasta completar sus veinticuatro. Al terminar su aprendizaje, volvió a su casa lleno de orgullo.
     Su padre le dijo:
     - ¿Cómo podemos conocer aquello que no vemos? ¿Cómo podemos saber que Dios, el Todopoderoso, está en todas partes?
     El chico comenzó a recitar las escrituras sagradas, pero su padre lo interrumpió:
     - Esto es muy complicado; ¿no existe una forma más simple de aprender sobre la existencia de Dios?
     - No que yo sepa, padre mío. Hoy en día soy un hombre culto, y necesito de esa cultura para explicar los misterios de la sabiduría divina
     - Perdí mi tiempo y mi dinero enviando a mi hijo al monasterio - se quejó el padre.
     Y cogiendo a Ketu por las manos lo llevó a la cocina. Allí llenó una vasija con agua y mezcló un poco de sal. Después salieron a pasear por la ciudad.
     Cuando volvieron a la casa, el padre pidió a Ketu:
     - Trae la sal que coloqué en la vasija..
      Ketu buscó la sal pero no la encontró, pues ya se había disuelto en el agua.
     - Entonces,¿ ya no ves la sal? Preguntó el padre.
     - No. La sal está invisible.
     - Prueba, entonces, un poco de agua de la superficie de la vasija. ¿Cómo está?
     - Salada.
.      Prueba un poco del agua del medio. ¿Cómo está?
     - Tan salada como la de la superficie.
     - Ahora prueba el agua del fondo de la vasija y dime que gusto tiene.
     Ketu la probó y el gusto era el mismo que antes.
     - Has estudiado tantos años y no consigues explicar con simplicidad como Dios es invisible y está en todas partes –dijo el padre. – Usando una vasija de agua y llamando “sal” a Dios, yo podría hacer entender eso a cualquier campesino. Por favor, hijo mío, olvida la sabiduría que nos aleja de los hombres, y vuelve a procurar la inspiración que nos aproxima.

Usar los dos bolsillos
     Un discípulo comentó con el rabino Bounam de Pssiskhe:
     - El mundo material parece sofocar el mundo espiritual.
     - Tu pantalón tiene dos bolsillos – dijo Bounam. – Escribe en el derecho: el mundo fue creado solo para mí. En el izquierdo, escribe: yo no soy nada más que polvo y cenizas.
     - Divide bien tu dinero entre estos dos lugares. Cuando veas la miseria y la injusticia, recuerda que el mundo existe solamente para que puedas manifestar tu bondad, y usa el dinero del bolsillo derecho. Cuando estés tentado de adquirir cosas que no te hacen la menor falta, recuerda lo que está escrito en el bolsillo izquierdo, y piensa varias veces antes de gastarlo. De esta forma, el mundo material nunca sofocará el mundo espiritual.

Hacer el campo fértil
     El maestro zen le encargó al discípulo que cuidara del campo de arroz. El primer año, el discípulo vigiló que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte y la cosecha fue buena.
     El segundo año, el discípulo tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido y la cosecha fue mayor.
     El tercer año, colocó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz nació pequeño y sin brillo.
     - Si sigues aumentando la cantidad de abono, la cosecha del año que viene no tendrá ningún valor – dijo el maestro.
     “Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas”.

 

 
Edición nº 86