Edición nº 74
La búsqueda del árbol de la
inmortalidad
Cuenta el famoso poeta persa Rumi que cierto día, en una
aldea del norte del actual Irán, apareció un hombre
contando historias maravillosas sobre un árbol cuyos frutos
daban la inmortalidad a quien los comiese.
La noticia llegó a los oídos del rey, pero antes
de que él pudiera pedir la localización exacta de
tal prodigio de la naturaleza, el viajero ya había partido.
Sin embargo, el rey estaba decidido a convertirse en inmortal,
pues quería tener el tiempo suficiente para transformar su
reino en un ejemplo para todos los pueblos del mundo. Cuando aún
era joven había soñado en hacer desaparecer la pobreza,
enseñar la justicia, alimentar a cada uno de sus súbditos,
pero pronto se dio cuenta de que este trabajo requería más
de una generación. No obstante la vida le había ofrecido
una oportunidad, y no pensaba dejar que se le escapara. Llamó
al hombre más valiente de su corte y le encargó que
encontrara el árbol.
El hombre partió al día siguiente, provisto del
dinero suficiente para conseguir informaciones, comida y todo lo
necesario para alcanzar su meta. Recorrió ciudades, llanuras
y montañas, preguntando y ofreciendo recompensas. Las personas
honestas le decían que tal árbol no existía;
los cínicos demostraban un respeto irónico y algunos
sinvergüenzas terminaban enviándolo a lugares remotos,
con el único objetivo de conseguir unas monedas a cambio.
Así, después de muchas decepciones, el hombre decidió
renunciar a su busqueda.
Aun cuando sintiese una inmensa admiración por su soberano,
regresaría con las manos vacías. Sabía que
esto le deshonraba, pero estaba cansado y convencido de que el tal
árbol no existía.
En el camino de regreso, al subir una pequeña colina, recordó
que allí vivía un sabio y pensó: "ya que
he perdido la esperanza de encontrar lo que quería, por lo
menos puedo pedir su bendición e implorarle que rece por
mi destino".
Al encontrarse en presencia del sabio ya no pudo aguantarse más
y estalló en sollozos.
-¿Por qué estás tan desesperado, hijo mío?-
preguntó el hombre santo.
- El rey me encargó encontrar un árbol que es único
en el mundo, ya que su fruto nos hace vivir eternamente. Siempre
cumplí mis tareas con lealtad y coraje, pero esta vez volveré
a casa con las manos vacías.
El sabio se puso a reir:
- Esto que estás buscando existe, y está hecho con
el agua de la Vida que proviene del infinito océano de Dios.
Tu error fue intentar buscar una forma con un nombre.
Esto a veces se llama "árbol", otras veces "sol",
otras veces "nube", y lo podemos llamar como cualquier
cosa que exista sobre la faz de la tierra. Sin embargo, para conseguir
encontrar este fruto, es preciso renunciar a la forma y buscar el
contenido.
Cualquier cosa en la que esté la presencia de la Creación
es eterna en sí misma, nada puede ser destruido. Cuando nuestro
corazón cesa de latir, aun así nuestra esencia se
transforma en la naturaleza que nos rodea. Podemos transformarnos
en árboles, gotas de lluvia, plantas o hasta incluso en otro
ser humano.
¿Siendo así, por qué detenerse en la palabra
"árbol" y olvidar que somos inmortales?
Renacemos siempre en nuestros hijos, en el amor que manifestamos
hacia el mundo, en cada uno de los gestos de generosidad y caridad
que practicamos.
Vuelve y di al rey que él no necesita preocuparse por encontrar
el fruto de un árbol mágico. Cada actitud y decisión
que tome ahora perdurará durante muchas generaciones. Pídele,
por consiguiente, que sea justo con sus súbditos, y si él
hace su trabajo con dedicación nadie lo olvidará.
Su ejemplo influirá en la historia de su pueblo, estimulando
a sus hijos y nietos a actuar siempre de la mejor manera posible.
Y añádele además lo siguiente: "todo
aquel que busca apenas un nombre, siempre permanecerá unido
a la apariencia, sin jamás descubrir el misterio oculto de
las cosas y el milagro de la vida.
Todas las luchas que enfrentamos son por causa de nombres: propiedad,
celos, riqueza, inmortalidad. Sin embargo, cuando nos olvidemos
del nombre y busquemos la realidad que se esconde detrás
de las palabras, tendremos todo lo que deseamos, y además
de eso, tendremos paz de espíritu."