Edición nº 50

Viajando por el Ciberespacio

Viajando por el Ciberespacio

Encontré estos textos en Internet, y creo que vale la pena reproducirlos aquí:

Yo aprendí (autor desconocido)

     Yo aprendí
     que no puedo exigir el amor de nadie. Apenas puedo dar buenas razones para que gusten de mí, y tener paciencia para que la vida haga el resto;
     que a pesar de que ciertas cosas puedan ser importantes para mí, hay personas a quienes no interesan, y jamás conseguiré convencerlas;
     que puedo pasar años construyendo una verdad, y destruirla en apenas unos segundos.

     Yo aprendí
     que puedo usar mi seducción durante unos quince minutos, pasados los cuales tengo que saber de qué estoy hablando;
     que puedo hacer algo en un minuto y tener que responder por ello el resto de mi vida;
     que así como por más que un pan se corte en rebanadas, este pan continúa teniendo dos caras, lo mismo se aplica para todo lo que cortamos de nuestro camino.

     Yo aprendí
     que tardaré mucho en transformarme en la persona que quiero ser, y debo tener paciencia;
     que puedo ultrapasar los límites que yo mismo me coloqué;
     que tengo que escoger entre controlar mi pensamiento o ser controlado por él.

     Yo aprendí
     que los héroes son personas que hacen lo que creen que deben hacer en un determinado momento, independientemente del miedo que sientan;
     que perdonar exige mucha práctica;
     que hay mucha gente que me aprecia pero que no consigue expresarlo.

     Yo aprendí
     que en los momentos más difíciles, la ayuda vino justamente de aquella persona que yo pensaba que iba a intentar perjudicarme;
     que puedo estar furioso, pues tengo el derecho de irritarme, pero no tengo el derecho a ser cruel;
     que jamás puedo decir a un niño que sus sueños son imposibles. Será una tragedia para el mundo si consigo convencerlo de eso.

     Yo aprendí
     que mi mejor amigo me hará daño de vez en cuando, y tengo que acostumbrarme a ello;
     que no es suficiente ser perdonado por los otros; tengo que perdonarme yo primero;
     que no importa cuánto esté sufriendo mi corazón, el mundo no se detendrá por causa de eso.

     Yo aprendí
     que las circunstancias de mi infancia son responsables por lo que soy, pero no por los caminos que elegí siendo adulto;
     que en una pelea, tengo que decidir de qué lado estoy, aun cuando no quiera verme envuelto en ella;
     que cuando dos personas discuten no quiere decir que se odien. Y cuando dos personas no discuten no significa que se amen.

     Yo aprendí
     que por más que quiera proteger a mis hijos ellos sufrirán y yo también sufriré, pues eso forma parte de la vida;
     que mi existencia puede cambiar para siempre en pocas horas por causa de personas desconocidas;
     que los diplomas en la pared no me hacen ni más respetable ni más sabio.

     Yo aprendí
     que la palabra "amor" pierde su sentido cuando es usada sin criterio;
     que ciertas personas se van para siempre pase lo que pase;
     que es difícil trazar una línea entre ser amable, no herir a las personas, y saber luchar por las cosas en las que creo.

Dudando de la existencia de Dios

     Un hombre se fue a cortar el cabello y la barba. Como suele suceder, él y el barbero se pusieron a conversar sobre diversos asuntos hasta que - comentando una noticia del diario sobre niños abandonados - el barbero afirmó:
     - Como usted podrá ver, esta tragedia demuestra que Dios no existe.
     - ¿Cómo?
     - ¿Es que no lee los diarios? Hay tanta gente sufriendo, criaturas abandonadas, crímenes de toda clase. Si Dios existiera, no habría sufrimiento.
     El cliente se quedó pensando, pero el corte estaba casi finalizado y decidió no prolongar la conversación. Volvieron a discutir sobre temas más amenos y una vez terminado el servicio, el cliente pagó y salió.
     Entretanto, la primera cosa que vio al salir fue un mendigo, con barba de muchos días y largos cabellos desgreñados. Inmediatamente regresó a la barbería y dijo a quien lo había atendido:
     - ¿Sabe una cosa? Los barberos no existen.
     - ¡Cómo que no existen! Yo estoy aquí, y soy barbero.
     - ¡No existen!- insistió el hombre. - Porque si existieran, no habría personas con una barba tan grande y un cabello tan desgreñado como el que acabo de ver en la esquina.
     - Puedo asegurarle que los barberos existen. Lo que sucede es que ese hombre nunca vino hasta aquí.
      - ¡Exactamente! Entonces, para responder a su pregunta, Dios también existe. Lo que sucede es que las personas no van hacia Él. Si lo buscaran, serían más solidarios, y no habría tanta miseria en el mundo.

El mundo es una aldea

     Esta estadística que navega por Internet, ha sido publicada repetidamente en varios lugares del mundo.

     Si fuese posible reducir la población del mundo entero a una villa de 100 personas, manteniendo la proporción de gente existente ahora en el mundo, dicha villa estaría compuesta por:

57 asiáticos
21 europeos
14 americanos (Norte, Centro y Sur)
52 serían mujeres
48 hombres
70 no blancos
30 blancos
89 serían heterosexuales
11 serían homosexuales
6 personas poseerían 59% de la riqueza del mundo
80 vivirían en casas inhabitables
50 sufrirían desnutrición
1 tendría ordenador
1 (sí, solamente uno) tendría formación universitaria.

     Considere también: si usted se levantó hoy más saludable que enfermo, tiene más suerte que un millón de personas que no verán llegar la próxima semana. Si nunca experimentó el peligro de una batalla, la soledad de una prisión, la agonía de la tortura, el dolor del hambre, tiene usted más suerte que 500 millones de habitantes del mundo.
     Si tiene usted comida en la nevera, ropa en el armario, un techo sobre su cabeza, y un lugar para dormir, puede considerarse más rico que el 75% de los habitantes de este mundo.

     Si tiene dinero en el banco, en la billetera o calderilla en alguna parte, considérese entre el 8% de las personas con mejor calidad de vida del mundo.

 
Edición nº50