Edición nº 49
En el camino de Santiago
Petrus y el Buen Combate |
La oración
de Petrus
En 1986 hice por primera y única vez la peregrinación
conocida como El Camino de Santiago. Habíamos acabado de
subir una pequeña cuesta, y en el horizonte apareció
un pueblecito. Fue entonces cuando mi guía, a quien llamaré
Petrus (aun cuando no es ese su nombre), me dijo:
- Mira a tu alrededor y fija tu visión en un punto cualquiera;
después concéntrate en lo que voy a decir.
Yo escogí la cruz de una iglesia que conseguía ver
a lo lejos, y Petrus comenzó:
- El hombre nunca puede parar de soñar; el sueño
es el alimento del alma, como la comida es el alimento del cuerpo.
Muchas veces en nuestra existencia vemos nuestros sueños
deshechos y nuestros deseos frustrados, pero es preciso continuar
soñando, si no nuestra alma muere. Mucha sangre ya corrió
por este campo que tienes delante de tus ojos, y en él tuvieron
lugar algunas de las batallas más crueles de la Reconquista.
Quien tenía la razón, o la verdad, carece de importancia:
lo importante es saber que ambos bandos estaban librando el Buen
Combate.
"El Buen Combate es aquel que se emprende porque nuestro
corazón lo pide. En las épocas heroicas, en el tiempo
de los caballeros andantes, esto era fácil; había
mucha tierra para conquistar y mucha empresa para acometer. Hoy
en día, sin embargo, el mundo ha cambiado mucho, y el Buen
Combate se ha trasladado desde los campos de batalla hasta el interior
de nosotros mismos.
"El Buen Combate es aquel que se libra en nombre de nuestros
sueños. Cuando ellos explotan en nuestro interior con toda
su fuerza - en la juventud - tenemos mucho valor, pero aún
no hemos aprendido a luchar.
"Después de mucho esfuerzo terminamos aprendiendo
a luchar, pero entonces ya no tenemos el mismo coraje para combatir.
Por causa de esto, nos volvemos en contra nuestra y nos combatimos
a nosotros mismos, pasando a ser nuestro peor enemigo. Decimos que
nuestros sueños eran infantiles, difíciles de realizar,
o fruto de nuestro desconocimiento de las realidades de la vida.
Matamos a nuestros sueños porque tenemos miedo de librar
el Buen Combate.
"El primer síntoma de que estamos matando nuestros
sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas
que conocí en mi vida siempre tenían tiempo para todo.
Las que no hacían nada estaban siempre cansadas, no concluían
el poco trabajo que debían realizar, y se quejaban de que
el día era demasiado corto. Lo que sucedía realmente
es que ellas tenían miedo de librar el Buen Combate.
"El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños
son nuestras certezas. Porque no queremos aceptar la vida como una
gran aventura a ser vivida, pasamos a considerarnos sabios, justos
y correctos, en lo poco que pedimos a la existencia. Miramos detrás
de las murallas de nuestro día a día, oímos
el ruido de las lanzas que se quiebran, el olor de sudor y de pólvora,
las grandes caídas y las miradas sedientas de conquista de
los guerreros. Pero nunca sentimos la alegría, la inmensa
alegría que llena el corazón de quien está
luchando, porque para éste no importa la victoria ni la derrota,
importa apenas luchar en el Buen Combate.
"Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros
sueños es la Paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo,
sin pedirnos grandes cosas, y sin exigir más de lo que queremos
dar. Consideramos entonces que estamos muy maduros, dejamos de lado
las fantasías de la infancia y conseguimos nuestra realización
personal y profesional. Pero en verdad, en lo más íntimo
de nuestro corazón, sabemos que lo que sucedió fue
que renunciamos a la lucha por nuestros sueños, a llevar
a cabo el Buen Combate.
"Cuando renunciamos a nuestros sueños y encontramos
la paz, tenemos un pequeño período de tranquilidad.
Pero los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros
y a infestar todo el ambiente en que vivimos.
"Comenzamos a volvernos crueles con aquellos que nos rodean
y finalmente pasamos a dirigir esta crueldad contra nosotros mismos.
Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos
evitar en el combate - la decepción y la derrota - pasa a
ser el único legado de nuestra cobardía. Y un buen
día, los sueños muertos y podridos tornan el aire
más irrespirable, y pasamos a desear la muerte, que nos libra
de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible
paz de las tardes de domingo."