Edición nº 44
Carlos Castaneda
El nagual Elías y la segunda oportunidad |
La Rueda del
Tiempo (fragmentos de Castaneda)
Carlos Castaneda cuenta como el maestro
de su maestro, Julián Osorio, se convirtió en nagual
-una especie de hechicero, según algunas tradiciones mexicanas.
Julián trabajaba como actor
en una compañía de teatro itinerante que actuaba en
el interior de México. Pero la vida de artista era sólo
un pretexto para huir de las convenciones impuestas por su tribu:
en realidad, lo que gustaba a Julián era beber y seducir
mujeres -cualquier tipo de mujer que encontrara durante sus representaciones
teatrales. Exageró tanto, exigió tanto de su salud,
que terminó por contraer la tuberculosis.
Elías, un hechicero muy conocido
entre los indios yaquis, estaba dando su paseo vespertino cuando
encontró a Julián caído en el campo; sangraba
por la boca, y la hemorragia era tan intensa, que Elías -que
era capaz de ver el mundo espiritual- percibió que la muerte
del pobre actor ya estaba próxima.
Gracias a unas hierbas que llevaba
en su bolsa, consiguió detener la hemorragia. Después
se volvió para mirar a Julián:
-No puedo curarte -dijo-. He hecho
todo lo que podía hacer. Tu muerte ya está próxima.
-No quiero morir, soy joven -respondió
Julián.
A Elías, como a todos los naguales,
le interesaba más portarse como un guerrero -concentrando
su energía en la batalla de su vida- que ayudar a alguien
que nunca había respetado el milagro de la existencia. Sin
embargo, sin saber exactamente porqué, decidió atender
aquella petición.
-A las cinco de la mañana iré
a las montañas -dijo-. Espérame a la salida del pueblo.
No faltes. Si no vas, morirás antes de lo que crees: tu único
recurso es aceptar mi invitación. Nunca podré reparar
el daño que has hecho a tu cuerpo, pero puedo desviar tu
avance hacia el precipicio de la muerte. Tarde o temprano, todos
los seres humanos caen en este abismo; tú estás a
pocos pasos, y no puedo hacerte ir para atrás.
-¿Qué puede hacer, entonces?
-Puedo hacer que camines por el borde
del abismo. Desviaré tus pasos para que sigas por la enorme
extensión de esta orilla que hay entre la vida y la muerte;
puedes ir hacia la derecha o hacia la izquierda pero, mientras no
caigas en él, seguirás vivo.
El nagual Elías no esperaba
gran cosa del actor, un hombre perezoso, libertino y cobarde. Se
sorprendió mucho cuando, a las cinco de la mañana
del día siguiente, le encontró esperándole
en una de las salidas del poblado. Le condujo hasta las montañas,
le enseñó los secretos de los antiguos naguales mexicanos,
y con el tiempo, Julián Osorio se convirtió en uno
de los hechiceros yaquis más respetados. Nunca se curó
de la tuberculosis, pero vivió hasta los 107 años,
siempre caminando por la orilla del abismo.
Cuando llegó el momento adecuado,
empezó a aceptar discípulos, y fue el responsable
de la instrucción de Don Juan Matus, que a su vez enseñó
las antiguas tradiciones a Carlos Castaneda. Castaneda, con sus
libros, popularizó estas tradiciones en el mundo entero.
Una tarde, mientras hablaba con otra
discípula de Don Juan, Florinda, ésta le comentó:
-Es importante que todos nosotros
examinemos el camino del nagual Julián por la orilla del
abismo. Nos ayudará a entender que todos tenemos una segunda
oportunidad, aunque ya estemos muy próximos a desistir.
Castaneda estuvo de acuerdo: examinar
el camino de Julián significaba entender su extraordinaria
lucha para mantenerse vivo. Entendió que esta lucha se libraba
segundo a segundo, sin descanso, contra los malos hábitos
y la autocompasión. No era una batalla esporádica
sino un esfuerzo disciplinado y constante para mantener el equilibrio;
cualquier distracción o momento de debilidad podría
arrojarlo al abismo de la muerte.
Sólo había una manera
de vencer a las tentaciones de su antigua vida: enfocar toda su
atención en la orilla del abismo, concentrarse en cada paso,
mantener la calma, no apegarse a nada que no fuera el momento presente.
En mi opinión, estas lecciones
sirven para todos nosotros.
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