Edición nº 35
Solitario en el camino |
Ueshiba y el
adversario
La vida es como una gran carrera
en bicicleta, cuya meta es cumplir la Leyenda Personal - aquello
que, según los antiguos alquimistas, es nuestra verdadera
misión en la Tierra.
En la línea de partida estamos
juntos, compartiendo camaradería y entusiasmo. Pero, a medida
que la carrera se desarrolla, la alegría inicial cede lugar
a los verdaderos desafíos: el cansancio, la monotonía,
las dudas sobre la propia capacidad. Nos damos cuenta de que algunos
amigos ya desistieron en el fondo de sus corazones; aún siguen
corriendo, pero es porque no pueden parar en medio de la pista.
Este grupo se va haciendo cada vez más numeroso, con todos
pedaleando al lado del coche que acompaña para apoyo, donde
conversan entre sí, cumplen con sus obligaciones, pero olvidan
las bellezas y desafíos del camino.
Nosotros terminamos por distanciarnos
de ellos y entonces estamos obligados a enfrentar la soledad, las
sorpresas de las curvas desconocidas, los problemas que pueda crearnos
la bicicleta. En un momento dado, después de algunas caídas
sin que haya nadie cerca para ayudarnos, terminamos por preguntarnos
si vale la pena tanto esfuerzo.
Sí, vale. Se trata sólo
de no desistir. El padre Alan Jones dice que para que nuestra alma
tenga condiciones de superar esos obstáculos, necesitamos
Cuatro Fuerzas Invisibles: amor, muerte, poder y tiempo.
Es necesario amar, porque somos amados
por Dios.
Es necesaria la conciencia de la muerte,
para entender bien la vida.
Es necesario luchar para crecer, pero
nunca dejarse ilusionar por el poder que llega junto con el crecimiento,
porque sabemos que él no vale nada.
Finalmente, es necesario aceptar que
nuestra alma, aunque sea eterna, está en este momento presa
en la tela del tiempo, con sus oportunidades y limitaciones. Así,
en nuestra solitaria carrera en bicicleta, tenemos que actuar como
si el tiempo no existiera, hacer lo posible para valorizar cada
segundo, descansar cuando sea necesario, pero continuar siempre
en dirección a la luz Divina, sin dejarnos afectar por los
momentos de angustia.
Estas Cuatro Fuerzas no pueden ser
tratadas como problemas a ser resueltos, ya que están fuera
de cualquier control. Tenemos que aceptarlas y dejar que nos enseñen
lo que necesitamos aprender.
Vivimos en un Universo que es al mismo
tiempo lo suficientemente gigantesco como para rodearnos y lo bastante
pequeño como para caber en nuestro corazón. En el
alma del hombre está el alma del mundo, el silencio de la
sabiduría. Mientras pedaleamos en dirección a nuestra
meta, es siempre importante preguntar: "¿Qué
hay de bueno en el día de hoy?". El sol puede estar
brillando, pero si la lluvia estuviera cayendo, es importante recordar
que eso también significa que las nubes negras se habrán
disuelto en breve. Las nubes se disuelven, pero el sol permanece
inmutable, y no pasa nunca. En los momentos de soledad es importante
recordar eso.
Finalmente, cuando las cosas llegan
a ponerse muy duras, no podemos olvidar que todo el mundo ya pasó
por eso, independientemente de raza, color, situación social,
creencias o cultura. Una hermosa plegaria del maestro sufi Dhu'I-Nun
(egipcio, fallecido el año 861 a. C.) resume bien la actitud
positiva necesaria en estos momentos:
"Oh, Dios, cuando escucho las
voces de los animales, el ruido de los árboles, el murmullo
de las aguas, el gorjeo de los pájaros, el zumbido del viento
o el estruendo del trueno, percibo en todos ellos el testimonio
de Tu unidad; siento que Tú eres el supremo poder, la omnisciencia,
la suprema sabiduría, la suprema justicia.
"Oh, Dios, te reconozco en las
pruebas que estoy pasando. Permite, Oh, Dios, que Tu satisfacción
sea mi satisfacción. Que yo sea Tu alegría, aquella
alegría que un Padre siente por un hijo. Y que yo me acuerde
de Ti con tranquilidad y determinación, incluso cuando resulte
difícil decir "Te amo".