Edición nº 223

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Responsabilidad y riesgo

Responsabilidad y riesgo

La raíz latina de la palabra “responsabilidad” desvela su significado: capacidad de responder, de reaccionar.

Un guerrero responsable fue capaz de observar y de practicar. Fue, incluso, capaz de ser “irresponsable”: alguna vez se dejó llevar por los acontecimientos, sin reaccionar.

Pero aprendió las lecciones. Adoptó una actitud, escuchó un consejo, tuvo la humildad de aceptar ayuda.

Un guerrero responsable no es el que se pone sobre los hombros el peso del mundo; es aquel que consigue enfrentar los desafíos de cada día.

Por supuesto, a veces le entra miedo cuando tiene que tomar una decisión importante.

-Esto es demasiado grande para ti- dice un amigo.

-Adelante, sé valiente – dice otro.

Y sus dudas aumentan.

Tras algunos días de angustia, él se recoge en un rincón de su tienda, donde suele sentarse para meditar y orar. Se ve a sí mismo en el futuro. Ve a las personas que saldrán beneficiadas o perjudicadas por su actitud. No quiere causar sufrimientos inútiles, pero tampoco quiere abandonar el camino.

El guerrero entonces deja que la decisión se manifieste. Si hay que decir que sí, lo dirá con valentía. Si hay que decir que no, no será cobarde para hacerlo. Cuando el guerrero asume una responsabilidad, mantiene su palabra.

Los que prometen y no cumplen, pierden su amor propio, tienen vergüenza de sus propios actos. La vida de estas personas consiste en huir. Gastan mucha más energía deshonrando la palabra que la que el guerrero de la luz emplea para cumplir sus compromisos.

A veces, él también asume una responsabilidad tonta, que le dará perjuicios. No vuelve a repetirlo, pero, de todas maneras, honra su palabra y paga el precio de su precipitación.

Claro que termina escuchando opiniones que le son contrarias. Pero, antes de prestar oídos a cualquier cosa, procura informarse de si quien da estas opiniones realizó alguna vez un trabajo mejor que el suyo. Generalmente, los que critican nunca vivieron su propio sueño; sólo los vencedores son tolerantes y generosos.

¿Por qué critican?

Porque, a cada paso al frente que el guerrero dio, esta persona se quedó rezagado un paso más. Para ella resulta duro aceptar que alguien está alcanzando todo lo que ella creía inalcanzable.

Eso no quiere decir que el guerrero no dé pasos en falso: va a equivocarse muchas veces, pero eso no tiene mayor importancia. Equivocarse forma parte del camino, corregir el error forma parte de su responsabilidad.

Para equivocarse menos, el guerrero descansa de vez en cuando, y se alegra con las cosas sencillas de la vida. sabe que las cuerdas que están permanentemente tensas se acaban desafinando. Que los caballos que no paran de saltar obstáculos, acaban rompiéndose una pata. Que los arcos que se curvan a diario, terminan por no lanzar las flechas con la misma fuerza.

 

Sobre el arrepentimiento sincero

Un profesor solía agredir al monje Chu Lai, pues no creía en nada de lo que éste decía. Sin embargo, la mujer del profesor era seguidora de Chu Lai, y le exigió a su marido que fuese a pedirle disculpas al sabio.

Disgustado, pero sin valor para contrariar a su mujer, el hombre se acercó hasta el templo y murmuró algunas palabras de arrepentimiento.

-Yo no te perdono – dijo Chu Lai – Vuelve a tu trabajo.

La mujer se quedó horrorizada.

-Mi marido se humilló, y usted, que se dice sabio, ¡no fue generoso!

Respondió Chu Lai:

-Dentro de mi alma no hay ningún rencor. Pero, si él no está arrepentido, es preferible que reconozca que me tiene rabia. Si yo hubiese aceptado su perdón, estaríamos creando una falsa situación de armonía, lo que aumentaría más aún la rabia de su marido.

 

Cambiando de actitud

-Durante el periodo de un año, paga una moneda al que te ofenda – le dijo el abad a un joven que quería seguir el camino espiritual.

A lo largo de los doce meses siguientes, el muchacho pagaba una moneda siempre que alguien lo ofendía. Cuando el año terminó, regresó junto al abad para preguntarle cuál debería ser el próximo paso.

-Ve a la ciudad a comprarme comida.

Nada más salir el muchacho, el abad se disfrazó de mendigo y se situó en la puerta de la ciudad. Cuando el muchacho se aproximó, empezó a insultarlo.

-¡Qué bien! – comentó el joven -. Durante todo un año tuve que pagar, ¡y ahora me pueden ofender gratis, sin gastar nada!

Al oír esto, el abad se quitó el disfraz.

-El que no se toma los insultos en serio, está en el camino de la sabiduría.

 
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