Edición nº 137

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Los siete pecados capitales: Soberbia



Los siete pecados capitales: Soberbia

Los siete pecados capitales fueron en su día ocho, concebidos por el monje griego Evagrio Póntico en los primeros tiempos del cristianismo para definir las principales inclinaciones negativas del ser humano (es curioso notar que, en la lista de Evagrio, el más grave de los pecados era la gula...). El infierno era la condena para cualquiera de los ocho. En el siglo VI, el Papa Gregorio modificó por primera vez la lista incluyendo la Envidia a la vez que fundía Orgullo y Vanidad en una sola falta. En el siglo XVII, la lista se vio afectada por nuevas reformas, de manera que la Melancolía dejó de ser pecado y fue reemplazada por la Pereza. Fue así como se llegó a la enumeración de los pecados capitales que hoy siguen vigentes, y que servirán de eje para los siete próximos textos, en los que abordaré cada uno de los pecados a partir de sus múltiples definiciones.

Según el diccionario: sustantivo femenino, soberbia viene del latín superbia, y significa altivez, orgullo, arrogancia, presunción.

Según la Iglesia Católica: el amor propio que va demasiado lejos, poniéndose por encima del amor a Dios, y yendo, por tanto, contra el Primer Mandamiento (Amarás a Dios sobre todas las cosas). Ésta fue la pasión que alimentó la rebelión de los ángeles y provocó la caída de Lucifer.

En una historia zen: El gran maestro de Tofuku percibió un movimiento inusual en el monasterio. Los novicios corrían de acá para allá y los sirvientes se colocaban en fila como para recibir a alguien.

“¿Qué está ocurriendo aquí?”, preguntó.

Un soldado se aproximó al maestro y le entregó una tarjeta en la que se podía leer: “Kitagaki, el gobernador de Kioto, acaba de llegar y pide una audiencia”.

“No tengo nada de qué hablar con esta persona”, dijo el maestro.

Algunos minutos más tarde, se acercó el gobernador, pidió disculpas, realizó algunas tachaduras en la tarjeta, y se la entregó una vez más al maestro.

Ahora se leía: “Kitagaki pide una audiencia”.

“Bienvenido”, dijo el maestro zen de Tofoku.

En un portaaviones: “MISIÓN CUMPLIDA” (cartelón colocado en el USS Lincoln el uno de mayo de 2003, día en el que el presidente Bush anunció el final de las grandes operaciones militares en Irak. En aquella fecha, el número de soldados norteamericanos muertos ascendía a 217. El día que escribo estas líneas, la cifra superó los 2.700).

Para el rabino Adin Steinsaltz: “Cuando alguien intenta descubrir quién es empleando realidades secundarias como término de comparación, se topa con una serie de conchas vacías que dependen las unas de las otras para encontrar sentido”.

“No está bien definirse como amigo de fulano, hijo de mengano, ejecutivo en un cargo determinado, realizando tal o cual función”. Porque todo lo que conseguiremos descubrir de nosotros mismos de esta manera son apenas facetas sombrías e incompletas, delatoras de alguien que quiere hacerse visible a costa de los demás.

“La única relación posible es la que se establece con el Señor. Partiendo de esto, todo comienza a tener sentido y se nos acaba mostrando un significado mayor”.

Según San Agustín: La soberbia no es grandeza, sino hinchazón. Lo que se hincha parece grande, pero en realidad se trata de una enfermedad.

Consejo del Tão Te King: Es mejor no llenar completamente un jarrón, pues estando éste lleno resulta más difícil de cargar.

Cuando afilamos en exceso un cuchillo, su filo no se conservará mucho tiempo.

Cuando el oro y el jade llenan un salón, sus dueños no lograrán mantener la seguridad en el recinto.

Cuando la riqueza y los honores llevan a la arrogancia, sin duda el mal tardará poco en llegar.

Cuando, realizando nuestro trabajo, nuestro nombre comience a tornarse célebre, la sabiduría consiste en retirarnos a la oscuridad una vez que la tarea esté concluida.


(El próximo día: Avaricia)

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La historia de Athena, en la búsqueda del camino sagrado femenino. ¿Virgen? ¿Santa? ¿Martir? ¿Loca? Usted puede leer algunos capítulos y discutir con otros lectores aquí.

 
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