Edición nº 112
Historias sobre el aprendizaje
Aprende a cuidar de ti mismo
Durante seis años busqué la iluminación – dijo el discípulo. – Siento que estoy cerca, y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso.
Un hombre que sabe buscar a Dios, sabe también cuidar de sí mismo. ¿Cómo te mantienes? – preguntó el maestro.
Ése es un detalle sin importancia. Mis padres son ricos, y me ayudan en mi búsqueda espiritual. Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas sagradas.
Muy bien – dijo el maestro. - Entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol durante medio minuto.
El discípulo obedeció.
A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje a su alrededor.
No puedo. El brillo del sol me ha deslumbrado.
Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego. Un hombre que sólo busca la Luz y deja sus responsabilidades en manos de los demás, jamás encontrará lo que busca – fue el comentario del maestro.
Hacer el campo fértil
El maestro zen le encargó al discípulo que cuidara del campo de arroz. El primer año, el discípulo vigiló que nunca faltase el agua necesaria. El arroz creció fuerte y la cosecha fue buena.
El segundo año, el discípulo tuvo la idea de añadir un poco de fertilizante. El arroz creció rápido y la cosecha fue mayor.
El tercer año, colocó más fertilizante. La cosecha fue aún mayor, pero el arroz nació pequeño y sin brillo.
Si sigues aumentando la cantidad de abono, la cosecha del año que viene no tendrá ningún valor – dijo el maestro.
“Fortaleces a alguien cuando le ayudas un poco. Pero si le ayudas demasiado, lo debilitas”.
El camino del tigre
El hombre caminaba por la selva cuando vio una raposa lisiada.
“¿Cómo se alimentará?”, se preguntó.
En aquel momento, se acercó un tigre con una presa en sus fauces. Sació su hambre y dejó luego lo que había sobrado para la raposa.
“Si Dios ayuda a la raposa, también me ayudará a mí también”, pensó. Volvió a su casa, se encerró, y se puso a esperar a que Dios le diese de comer.
Nada sucedió. Cuando ya se estaba quedando demasiado flaco para salir a trabajar, se le apareció un ángel.
¿Por qué decidiste imitar a la raposa lisiada? – preguntó el ángel. – ¡Levántate, coge tus herramientas y sigue el camino del tigre!
Alguien sabría la diferencia
Un padre llevó a sus pequeños a jugar a minigolf. En la taquilla, preguntó el precio.
Son cinco monedas para los adultos y tres para los mayores de seis años. Para los menores de seis, la entrada es gratuita.
Uno de ellos tiene tres, el otro siete. Pago la del mayor.
Bobo – dijo el taquillero. – Podría haberse ahorrado tres monedas si hubiera dicho que el mayor tenía menos de seis. Yo no habría notado la diferencia.
Puede, pero ellos sí la habrían notado. Y mi ejemplo quedaría grabado para siempre.
El condenado a muerte
El grupo pasó por la calle: los soldados llevaban a un condenado a la horca.
-Este hombre no servía para nada –le comentó un discípulo a Awas-el Salam-. Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo a salir de la miseria, y fue incapaz de hacer nada que valiera la pena.
-Tal vez no sirva para nada, pero puede que ahora esté caminando hacia la horca por tu culpa. Es posible que haya utilizado el dinero que le diste para comprar un puñal, que terminó usando en el crimen cometido. Entonces, también tus manos están ensangrentadas. En lugar de intentar apoyarlo con amor y cariño, preferiste darle una limosna y librarte de tu obligación.
Nuevo libro
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