Edición nº 10

En el camino de Kumano - final

En el camino de Kumano - final

     (En el número pasado, hablo de la ida al camino de Kumano, en el Japón, donde descubro que durante la peregrinación existe una práctica espiritual, el Shuguendo. Si no lo has leído, ve En el camino de Kumano - I

Recostado en el arbol
     - Ya oyó hablar del Shuguendo? Me han dicho que es una relación de amor y dolor con la naturaleza - comento con el biólogo que Katsura me presentó, y que ahora camina conmigo por las montañas.
     - Shuguendo significa "el camino del arte de acumulación de experiencias" - me responde, mostrando así que su interés va más allá de la variedad de los insectos de la región. - Disciplinar el cuerpo para aceptar todo lo que la naturaleza tiene para ofrecer, y así también se educa el alma para lo que Dios nos ofrece. Mire a su alrededor: la naturaleza es mujer, y como toda mujer nos enseña de una manera diferente. Acerque su columna vertebral al árbol.
     Me señala un cedro de más de dos mil años, con una gruesa cuerda extendida a su alrededor. En la religión local, todo lo que está rodeado por una cuerda es una manifestación especial de la Diosa de la Creación, y considerado un lugar sagrado.
     - Todo lo que es vivo contiene energía, y esta energía se comunica entre sí. Si usted mantiene su columna recostada en el tronco, el espíritu que habita el árbol vendrá a conversar con su espíritu, a tranquilizarlo de cualquier aflicción. Claro que, como biólogo, debería hablar de la emanación de calor, etc.. pero sé que también existe verdad en la explicación mágica de mis antepasados.
      Yo he cerrado los ojos y procuro imaginar la savia del árbol subiendo desde las raices hasta las hojas y, al hacer este movimiento, provocando una onda de energía que afecta a todo a su alrededor.
     Oigo la voz del biólogo contándome que en el año 1185 dos samurais luchaban ferozmente por el poder en el Japón. El gobernador de Kumano no sabía cual de los dos vencería. Seguro de que la naturaleza siempre tiene la respuesta, colocó siete gallos vestidos de rojo para luchar contra otros siete vestidos de blanco. Ganaron los de blanco, el gobernador apoyó a uno de los guerreros y acertó en su apuesta: al poco tiempo, aquel samurai dominaba el país.
     - Digame: ¿usted prefiere creer que fue el apoyo del gobernador lo que decidió la lucha o que los gallos fueron los transmisores de la señal divina sobre quien terminaría conquistando el poder?
     - Yo creo en las señales - respondo, saliendo mentalmente de mi confortable estado vegetal y abriendo los ojos.
     - Los viajes sagrados a Kumano comenzaron mucho antes de la introducción del budismo en el Japón; hasta hoy existen por aquí hombres y mujeres que transmiten de generación en generación, la idea de que un "casamiento" con todo lo que le rodea debe ser hecho como un verdadero matrimonio: con entrega, compartiendo alegrías, sufrimientos, pero siempre juntos. Y utilizaban el Shuguendo para permitir esta entrega total, sin miedo.
     - Podría enseñarme un ejercicio de Shuguendo? El único que sé es atarse con una cuerda y tirarse contra las rocas de un despeñadero y, francamente, no tengo valor para hacer eso.
     - ¿Por qué quiere aprender?
     - Porque siempre consideré que el camino espiritual no implica necesariamente el sacrificio y el dolor. Pero, como dijo alguien a quien encontré en este viaje, es necesario aprender lo que que se precisa, no lo que se quiere.
     - Cada uno hace el ejercicio que la Tierra le pide. Conozco a un hombre que subió y bajó mil veces, durante mil días, una montaña cerca de aquí. Si la Diosa quiere que usted practique Shuguendo, ella le dirá como hacerlo.
     Tenía razón. Eso sucedió al día siguiente.

El límite del dolor
     Estamos en lo alto de una montaña, al lado de una columna de pìedra con algunas inscripciones. Desde allí arriba puedo divisar un templo en medio del bosque.
     - Ese es uno de los tres santuarios que el peregrino tiene que visitar, y cuando llega aquí siente una inmensa alegría al saber que ya está cerca de uno de ellos - dice Katsura. - Según la tradición, ninguna mujer podía ir más allá de este punto si estaba en su período menstrual. Cierta vez, una poetisa vino hasta aquí y vió el templo, pero a causa de la menstruación, no podía continuar su viaje. Consideró que no tendría fuerzas para esperar cuatro días sin comer y resolvió volver sin conseguir su objetivo. Escribió una poesía agradeciendo los días de la caminata, se preparó para el regreso a la mañana siguiente y se acostó a dormir.
     La Diosa entonces apareció en sus sueños y le dijo que, como sus versos eran tan hermosos, podía seguir adelante; así que, como usted ve, hasta los dioses cambian de opinión ante las bellas palabras. La columna de piedra tiene esa poesía escrita".
     Katsura y yo comenzamos a caminar los 5 kilómetros que nos separan del templo. De repente me viene a la memoria las palabras del biólogo que había conocido: "Si la Diosa quiere que usted practique Shuguendo - el camino del arte de la acumulación de experiencia - ella le mostrará lo que hay que hacer."
     - Me voy a sacar los zapatos - le digo a Katsura.
     El suelo es pedregoso, el frío cortante, pero Shuguendo es la comunión con la naturaleza en todos sus aspectos, incluso el del dolor físico. Katsura también se saca los suyos y comenzamos a andar.
     Apenas doy el primer paso y una piedra puntiaguda entra en mi pie, y siento que el corte es profundo. Reprimo el grito y prosigo. Diez minutos después, estoy andando a la mitad de velocidad que al comienzo, el pié herido duele cada vez más, y por un momento pienso que aún me queda mucho trayecto que recorrer del viaje, que puedo tener una infección, que mis editores me esperan en Tokio, donde hay entrevistas y citas concertadas. Pero el dolor pronto aleja estos pensamientos. Decido dar un paso más, otro más, y seguir adelante hasta donde sea posible. Pienso en los muchos peregrinos que pasaron por allí practicando Shuguendo, sin comer durante semanas, sin dormir durante días. Pero el dolor no me deja tener pensamientos profanos o nobles - es simplemente dolor, que ocupa todo el espacio, me asusta, me obliga a pensar que tengo un límite y no voy a conseguir mi propósito.
     Aún así puedo dar un paso más, y otro. El dolor ahora parece invadir el alma y me debilita espiritualmente, porque no soy capaz de hacer lo que mucha gente hizo antes que yo. Es un sufrimiento físico y espiritual al mismo tiempo, no parece un casamiento con la Madre Tierra, sino un castigo. Estoy desorientado, no cambio ni una palabra siquiera con Katsura, todo lo que existe en mi universo es el dolor al pisar las piedras pequeñas y cortantes que marcan el sendero entre los árboles.
     Entonces sucede una cosa muy extraña: el sufrimiento es tan grande que, en un mecanismo de defensa, yo parezco flotar por encima de mi mismo e ignorar lo que estoy sintiendo. En el límite del dolor hay una puerta para acceder a un nivel diferente de conciencia, y ya no hay espacio para nada más, solo para la naturaleza y yo.
     Ahora ya no siento más el dolor, estoy en un estado letárgico, los pies continúan recorriendo automáticamente el camino , y yo entiendo que el límite del dolor no es mi límite; puedo ir más allá. Pienso en todos los que sufren sin pedirlo, y me siento ridículo por estar flagelándome de esta manera, pero aprendí a vivir así - experimentando la gran mayoría de las cosas que están ante mí.
     Cuando finalmente paramos, me armo de valor para mirar mis pies y ver las heridas abiertas, El dolor, que estaba escondido, vuelve otra vez con fuerza; pìenso que el viaje acabó allí, no podré caminar durante muchos días.Y cual no es mi sorpresa al comprobar al día siguiente que todo había cicatrizado: la Madre Tierra sabe como cuidar a sus hijos.
     Y las cicatrices van más allá del cuerpo físico; muchas heridas que estaban abiertas en mi alma fueron expulsadas por el dolor que sentí mientras andaba por el camino de Kumano en dirección a un templo cuyo nombre no recuerdo. Existen ciertos sufrimientos que solo consiguen olvidarse cuando podemos fluctuar por encima de nuestros dolores.

El monje y el mensaje
     
Estamos en el recinto privado de un templo budista. Escuchamos al monje cantar, rezar en voz alta, tocar un instrumento de percusión,.
     Recuerdo las otras ocasiones en que practiqué Shuguendo durante esos días; andar sin abrigo con una temperatura bajo cero, aguantar despierto durante toda la noche, mantener la cabeza apoyada sobre la corteza áspera de un árbol hasta que el dolor se dejase anestesiar por sí mismo.
     Durante todo el viaje la gente me ha comentado que el monje que tengo ahora frente a mí, recitando las plegarias, es el mayor especialista en Shuguendo de la región. Procuro concentrarme, pero aguardo ansioso el fin de la ceremonia. Desde allí vamos hasta otro edificio, desde donde puedo ver una gigantesca catarata cayendo por la montaña - 134 metros de altura, la mayor del Japón.
     Para mi sorpresa (y la de todos los que me acompañan) el monje trae tres libros de los que soy autor y me pide que se los firme. Yo aprovecho para pedirle permiso para grabar nuestra conversación. El monje, que no cesa de sonreír, acepta.
     - ¿Fue la dificultad del camino de Kumano la que originó el Shuguendo?
     - Fue la necesidad de entender a la naturaleza lo que obligó al hombre a dominar el dolor e ir más allá de sus límites. Hace 1.300 años, un monje que tenía dificultad para concentrarse, descubrió que el cansancio y la superación de los obstáculos físicos podían ayudarlo en la meditación. El monje continuó haciendo este camino hasta su muerte: subiendo y bajando
los días bajo una catarata helada para meditar. Como se transformó en un ser iluminado, las personas decidieron seguir su ejemplo.
     - ¿El Shuguendo es una práctica budista?
     - No. Es una serie de ejercicios de resistencia física que ayudan al alma a caminar junto con el cuerpo.
     - Si pudiera resumir en una frase lo que significan el Shuguendo y el camino de Kumano, cuál sería esa frase?
     - Quien hace ejercicio físico gana experiencia espiritual si mantiene su mente fija en Dios mientras está exigiendo el máximo a su cuerpo.
     - ¿Hasta qué punto el dolor físico es importante?
     - Tiene un límite. Pasando este límite, el espíritu se fortalece. Los deseos de la vida cotidiana pierden sentido y el hombre se purifica. El sufrimiento proviene del deseo y no del dolor.
     El monje sonríe, me pregunta si quiero ver la cascada de cerca, y con esto entiendo que la conversación ha finalizado. Antes de salir, él se gira hacia mí:
     - No se olvide: procure ganar todas sus batallas, incluso aquellas que libra con usted mismo. No tenga miedo a las cicatrices. No tenga miedo a vencer.
     Al día siguiente, cuando estoy a punto de embarcar, Katsura - la joven de 29 años que estuvo presente desde el primer día en Kumano - aparece en el aeropuerto y me entrega un pequeño manuscrito en japonés, con algunos datos históricos sobre esa región. Yo inclino la cabeza y le pido que me bendiga. Ella no duda ni un segundo: pronuncia algunas palabras en japonés y cuando levanto los ojos veo en su rostro la sonrisa de una joven que escogió ser guía de un camino que nadie conoce, que aprendió a dominar un dolor que no todos sentirán, y que entiende que el camino se hace cuando se anda, y no cuando se piensa sobre él.

 
Edición nº10